San Basilio, protector y doctor de la Iglesia

En el siglo IV, en la provincia de la Capadocia, en Asia Menor, surgieron tres grandes hombres, muy unidos entre sí tanto por lazos de sangre como de amistad, que lograron una obra de capital importancia para su tiempo y para toda la historia del cristianismo.

Se trata de los tres grandes Padres de la Capadocia: Basilio el Grande, Gregorio de Nacianzo y Gregorio de Nisa, hermano menor de Basilio. Estos tres Padres se convirtieron en defensores de la teología de Nicea y contribuyeron a la formulación de la doctrina de la Trinidad. Huerta señala con razón que, dentro de la gran unidad espiritual, que existía entre ellos, hay diferencias profundas de carácter y personalidad. Mientras que Basilio fue fundamentalmente un hombre de acción y pastor de almas; Gregorio de Nacianzo, maestro de oratoria y poeta; y Gregorio de Nisa, pensador y místico.

La Iglesia en la que crece se ve a la sazón reconocida y favorecida por el Estado, y las distintas corrientes políticas, sociales y espirituales del “mundo” están en camino de adquirir derecho de ciudadanía. La Iglesia es uno de los factores más importantes en la vida pública. Sus obispos ocupan, por muchos motivos, situaciones brillantes, tienen prestigio, riqueza y disponen de las más amplias posibilidades de acción. Es una época en que hay propensión a pasar al cristianismo por inclinación cultural y hasta por observadores lúcidos, cristianos o paganos, con quejas o con burlas, condenan ese estado de cosas. Todavía no está resuelto el problema del fundamento religioso del Imperio, suscitado por la lucha arriana. (108)


Pero además del momento religioso en el que vivió, que se vería reflejado en muchos de los temas de sus cartas y en su reflexión personal, es indudable que el contexto familiar en el que nació y se crió modelaría su personalidad, su actitud ante la vida y sus valores. Su familia, que disfrutaba de una gran fortuna, tenía un gran arraigo cristiano y de santidad. A ella acudiría para defenderse de las acusaciones de heterodoxia. Los abuelos de Basilio habían sufrido la persecución de Diocleciano que tuvo lugar a comienzos del siglo IV, y durante siete años se habían tenido que refugiar en los bosques salvajes de Ponto, donde la familia tenía posesiones.

En el momento de la vida de Basilio y de su amigo Gregorio, estaba ya totalmente helenizada y cristianizada. La calzada que unía Constantinopla, capital del Imperio romano oriental, y Antioquía, capital de la provincia romana de Siria, atravesaba la región Capadocia. Fue cristianizada a mediados del siglo III por obra de Gregorio el Taumaturgo, discípulo de Orígenes, y nacido en este país, en Neocesarea.

Basilio y Gregorio Nacianceno permanecerían en Atenas entre los años 354-357. Al parecer Basilio había estado en la ciudad ya el año 353.

En Atenas ambos amigos compartieron sus ilusiones, su amistad y sobre todo su gran interés por el estudio. Evocando esta gran amistad y estima, Gregorio dice también en su panegírico:

Son palabras, que de alguna manera, describen el autorretrato de esta relación de afecto y compañerismo. Gregorio también recuerda que Basilio sobresalía por su capacidad de aprender y por la amplitud de su interés, y que así llegó a la cúspide del saber de su tiempo. Decía también que era un hombre que se distinguía por su mente brillante y por la seriedad de su carácter y que se relacionaba solo con los estudiantes más destacados. Era muy trabajador y conocedor de la retórica, de la gramática, de la filosofía, de la geometría y de la medicina. McSorley nombra dos de los profesores de Basilio en Atenas: Prohaeresius, posiblemente cristiano, e Himerius, pagano.

Precisamente en Atenas, todavía en sus veinte años, al término de sus brillantes estudios, comenzó a sentir gran insatisfacción y a la vez una fuerte atracción por una vida entregada al evangelio. Basilio no deseaba los éxitos del mundo y se dio cuenta de que había perdido el tiempo en cosas banales. Él mismo confiesa, en su carta 223 (2-3), que ese buen día vio la luz del evangelio y lloró. En dicha carta, descubrimos al hombre que llora, que quiere enmendar su vida, que incansablemente busca la perfección del evangelio, y la caridad: dar lo que tiene a los pobres. Como nos cuenta, Campenhausen, “parece que Basilio dudó entre la carrera de retórico y su auténtico ideal cristiano vivido en el sentido más riguroso. ‘Nave pesadamente cargada de cultura’” (111). Además, aunque valoraba la filosofía antigua como elemento de educación y formación, Basilio defendía la prioridad de la fe sobre los argumentos filosóficos.

Quasten (II) nos dice que la preocupación final del santo fue la unidad de la Iglesia, y lo que le hizo buscar el patronato de Atanasio. Al morir Atanasio, Basilio quedaría como único paladín, luchador sin denuedo, de la ortodoxia en Oriente. Basilio falleció el 1 de enero de 379, a la edad de sólo cincuenta años. Unos 4 años antes, en el 375, en su carta (198), dirigida a Eusebio, Obispo de Samosata, le habla de su dolorosa enfermedad y de su pesimismo hacia la vida, quizás producto de esta misma, y de las batallas que estaba teniendo que entablar en el mundo eclesial. San Gregorio Nacianceno dice en su panegírico: “Basilio santo, nació entre santos. Basilio pobre, vivió pobre entre los pobres. Basilio hijo de mártires, sufrió como un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables”. Campenhausen nos da una semblanza general del santo, que achaca a la coyuntura político-eclesial su no haberse entregado totalmente a la espiritualidad:

La verdadera grandeza de Basilio se hace inteligible cuando se le sitúa en el marco de las luchas de su tiempo y el papel exacto que en ellas representó. Como político de la Iglesia, no iguala la vehemencia en el ataque de Atanasio; como teólogo, no alcanza la armonía ni la universalidad de su hermano menor, Gregorio de Nisa; como monje, no posee el refinamiento espiritual de muchos místicos más tardíos. Pero no hay que ver en estas lagunas una incapacidad natural ni una endeblez de carácter. Nada de eso. Fue su sinceridad y dedicación al deber del momento, la necesaria adaptación a las dificultades de la coyuntura, lo que le obligó a una táctica móvil en los asuntos políticos; fueron las contingencias externas las que le impidieron desarrollar en paz sus ricas aptitudes y entregarse, como deseaba, a sus inclinaciones espirituales. (124)

Con su lucha, inteligencia y perspicacia para los asuntos eclesiales, Basilio crearía las bases para que el emperador Teodosio, dos años después de su muerte, convocase el segundo concilio ecuménico, celebrado en Constantinopla, que abrió las puertas a la fe de Nicea. En el cuarto concilio ecuménico, celebrado en Calcedonia (451), se rindió homenaje al santo con estas palabras: “El gran Basilio, el ministro de la gracia quien expuso la verdad al mundo entero indudablemente fue uno de los más elocuentes oradores entre los mejores que la Iglesia haya tenido; sus escritos le han colocado en lugar de privilegio entre sus doctores.” (“San Basilio el Grande”; Quasten II)

 

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Jornada mundial de la Juventud 2011

Pastoral Vocacional San Pablo
¿Qué objetivo tiene este evento?, ¿Qué es lo que se espera al juntar a jovenes y de qué van a hablar?, esta y otras cuestiones se responden en este árticulo que habla sobre la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) el cual se realizará del 16 al 21 de Agosto en Madrid, España.


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